tema 3
3. Jesús nos ha salvado

Objetivo
Disponerte a abrir las puertas de tu vida para que Jesús entre en ella y permanezca en tu corazón.
Orientaciones del Magisterio
La victoria sobre el pecado obtenida por Cristo nos ha dado bienes mejores que los que nos quitó el pecado: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rm 5,20). CEC 420
El nombre de Jesús significa "Dios salva". El niño nacido de la Virgen María se llama "Jesús" "porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 21); "No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 12). CEC 452
El nombre de Cristo significa "Ungido", "Mesías". Jesús es el Cristo porque "Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (Hch 10, 38). Era "el que ha de venir" (Lc 7, 19), el objeto de "la esperanza de Israel"(Hch 28, 20). CEC 453
El nombre de Hijo de Dios significa la relación única y eterna de Jesucristo con Dios su Padre: el es el Hijo único del Padre (cf. Jn 1, 14. 18; 3, 16. 18) y Él mismo es Dios (cf. Jn 1, 1). Para ser cristiano es necesario creer que Jesucristo es el Hijo de Dios (cf. Hch 8, 37; 1 Jn 2, 23). CEC 454
El nombre de Señor significa la soberanía divina. Confesar o invocar a Jesús como Señor es creer en su divinidad "Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo"(1 Co 12, 3). CEC 455
Nuestra salvación procede de la iniciativa del amor de Dios hacia nosotros porque "Él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10). "En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo" (2 Co 5, 19). CEC 620
Jesús se ofreció libremente por nuestra salvación. CEC 621
La redención de Cristo consiste en que Él "ha venido a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20, 28), es decir "a amar a los suyos [...] hasta el extremo" (Jn 13, 1) para que ellos fuesen "rescatados de la conducta necia heredada de sus padres" (1 P 1, 18). CEC 622
Por su obediencia amorosa a su Padre, "hasta la muerte [...] de cruz" (Flp 2, 8), Jesús cumplió la misión expiatoria (cf. Is 53, 10) del Siervo doliente que "justifica a muchos cargando con las culpas de ellos" (Is 53, 11; cf. Rm 5, 19). CEC 623
El reino de Dios habitará en nosotros cuando cumplamos sus mandamientos. Juan 14:23
“El Reino de Dios [...] [es] justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rm 14: 17).
Por su pasión, Cristo nos libró de Satán y del pecado. Nos mereció la vida nueva en el Espíritu Santo. Su gracia restaura en nosotros lo que el pecado había deteriorado. CEC 1708
“El que cree en Cristo es hecho hijo de Dios. Esta adopción filial lo transforma dándole la posibilidad de seguir el ejemplo de Cristo. Le hace capaz de obrar rectamente y de practicar el bien. En la unión con su Salvador, el discípulo alcanza la perfección de la caridad, la santidad. La vida moral, madurada en la gracia, culmina en vida eterna, en la gloria del cielo. CEC 1709
Liberación y salvación. Por su Cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación para todos los hombres. Los rescató del pecado que los tenía sometidos a esclavitud. “Para ser libres nos libertó Cristo” (Ga 5,1). En Él participamos de “la verdad que nos hace libres” (Jn 8,32). El Espíritu Santo nos ha sido dado, y, como enseña el apóstol, “donde está el Espíritu, allí está la libertad” (2 Co 3,17). Ya desde ahora nos gloriamos de la “libertad de los hijos de Dios” (Rm 8,21). CEC 1741
Jesús asume el odio y le da muerte. Para los que estamos en Cristo, la muerte no tiene poder.
La «salvación» que propone y ofrece incluye la recuperación de toda persona humana, abriéndola a los nuevos planes de Dios (cf.Mc 1,15; Jn 3,3-5), liberándola de la muerte, del pecado y de sus consecuencias (cf. Mt 9,13; 26,27; Le 19,10), para hacerla partícipe de la vida divina (cf. In 6,57; 10,10) y, por tanto, de su misma filiación divina (cf. In 1,12). (Misionología, J. Esquerda, pág. 16)
Desarrollo del tema
Piensa unos momentos en la siguientes preguntas:
¿Qué cosas has intentado cambiar en tu vida y no has podido?
¿Cómo te sientes por esas situaciones?
Medita en los siguientes textos bíblicos (junto a la cita se agregó una pequeña exégesis del Magisterio de la Iglesia a manera de orientación).
1. Nuestra rebeldía tiene consecuencias dolorosas
Isaías 1: 2-6
¡Escuchen, cielos! ¡Presta oído, tierra! porque habla el Señor: Yo crié hijos y los hice crecer, pero ellos se rebelaron contra mí.
El buey conoce a su amo y el asno, el pesebre de su dueño; ¡pero Israel no conoce, mi pueblo no tiene entendimiento!
Invectiva contra Judá
¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de iniquidad, raza de malhechores, hijos pervertidos! ¡Han abandonado al Señor, han despreciado al Santo de Israel, se han vuelto atrás!
¿Dónde pueden ser golpeados todavía, ustedes, que persisten en la rebelión? Toda la cabeza está enferma y todo el corazón dolorido;
de la planta de los pies a la cabeza, no hay nada intacto: ¡heridas, contusiones, llagas vivas, que no han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite!
2. Dios toma la iniciativa y nos propone solucionar el problema del pecado
Isaías 1, 18-19
Vengan, y discutamos –dice el Señor– Aunque sus pecados sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura, serán como la lana.
Si están dispuestos a escuchar, comerán los bienes del país;
La imagen de los colores para indicar el pecado —rojo— y el perdón —blanco— (v. 18) ponen de relieve cómo Dios se complace en los que perdona como un pintor en sus obras. En la Liturgia se leen algunos textos de esta sección durante el tiempo de Cuaresma (Martes de la Segunda Semana) que estimulan a recapacitar acerca de si se ha tributado a Dios el culto debido, a la vez que invitan a realizar una conversión sincera y profunda.
3. Sanará nuestros corazones
Isaías 61, 1-3
El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. El me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vender los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor, un día de venganza para nuestro Dios; a consolar a todos los que están de duelo a cambiar su ceniza por una corona, su ropa de luto por el óleo de la alegría, y su abatimiento por un canto de alabanza. Ellos serán llamados «Encinas de justicia». «Plantación del Señor, para su gloria».
Como consolador, venda los corazones rotos por la enfermedad o la desgracia, alienta a los que lloran y restaura a los que hacen duelo en Sión. Cuando quien consuela es el Señor o un mensajero suyo (cfr 40,1) se espera que vuelva a restablecer a su pueblo en el puesto y dignidad del principio, a renovar la Alianza quebrantada y a restaurar las instituciones desaparecidas, es decir, a establecer una situación nueva de plenitud de bienes.
4. El Siervo de Dios pagará por nuestros pecados
Isaías 53, 3-5
Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada. Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado. El fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados.
«Tomó sobre sí nuestras enfermedades». Los sufrimientos del siervo no son consecuencia de una culpa personal, sino que tienen un valor de expiación vicaria. «Los sufrimientos de nuestro Salvador son nuestra medicina» (Teodoreto de Ciro, De incarnatione Domini 28). Él ha sufrido por los pecados de todo el pueblo sin ser culpable de ellos. Asumiendo la pena, expiaba también la culpa. San Mateo, tras relatar varios milagros de curaciones y exorcismos, ve cumplidas en Cristo las palabras del v. 4a (Mt 8,17). Entiende que Jesucristo es el Siervo anunciado por el profeta que viene a curar los dolores físicos de los hombres como señal de que cura la causa de todos los males que es el pecado (v. 5). Los milagros de Jesús con los enfermos son por tanto una señal de Redención: «Toda la vida de Cristo es Misterio de Redención. La Redención nos viene ante todo por la sangre de la cruz (cfr Ef 1,7; Col 1,13-14; 1 P 1,18-19), pero este misterio está actuando en toda la vida de Cristo» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 517).
5. Jesús nos enseña a cumplir la voluntad de Dios
Hebreos 10, 6-7
No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios. Entonces dije: Aquí estoy, yo vengo –como está escrito de mí en el libro de la Ley– para hacer, Dios, tu voluntad".
La eficacia del sacrificio de Cristo radica en la obediencia perfecta a la voluntad del Padre. Ésta es la razón de la Encarnación, a la que se alude en los vv. 5-7 con una cita del Sal 40 según la versión griega. Por eso, la liturgia de la Iglesia recuerda este texto (vv. 4-10) en varios momentos, especialmente en la solemnidad de la Anunciación del Señor. «[Las palabras del salmo] nos hacen como penetrar en los abismos insondables de este abajamiento del Verbo, de este humillarse por amor de los hombres hasta la muerte de Cruz (…) ¿Por qué esta obediencia, por qué este abajamiento, por qué este sufrimiento? Nos responde el Credo: “por nosotros los hombres y por nuestra salvación” Jesús bajó del cielo para hacer subir allá arriba con pleno derecho al hombre, y, haciéndolo hijo en el Hijo, para restituirlo a la dignidad perdida con el pecado (…). Acojámosle. Digámosle también nosotros: Aquí estoy, vengo a hacer tu voluntad» (S. Juan Pablo II, Audiencia general, 25-III-1981).
6. Se humilló hasta la muerte en la Cruz
Filipenses 2, 6-11
El, que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
«Jesucristo es el Señor».
San Josemaría en su meditación del Vía Crucis: «Vino a salvar al mundo, y los suyos le han negado ante Pilatos. Nos enseñó el camino del bien, y lo arrastran por la vía del Calvario. Ha dado ejemplo en todo, y prefieren a un ladrón homicida. Nació para perdonar, y —sin motivo— le condenan al suplicio. Llegó por senderos de paz, y le declaran la guerra. Era la Luz, y lo entregan en poder de las tinieblas. Traía Amor, y le pagan con odio. Vino para ser Rey, le coronan de espinas. Se hizo siervo para liberarnos del pecado, y le clavan en la Cruz. Tomó carne para darnos la Vida, y nosotros le recompensamos con la muerte» (Via Crucis, 13,1).
7. Nos trae su Reino de salvación
Vida eterna: Juan 17, 2-3
Alegría: Juan 15, 11
Misericordia y salvación: Juan 3, 16
Recompensa: Apocalipsis 7, 14-17
Seguidamente puedes reflexionar en estas preguntas:
¿Estoy dispuesto a que Dios conduzca mi vida?
¿Qué quieres que Jesús haga por ti?
Luego se hace la siguiente oración:
Gracias Jesús, porque viniste a pagar el precio de nuestros pecados y a sanar nuestros corazones heridos.
Te abro las puertas de mi corazón para que seas Señor de mi vida y al final de mi existencia en este mundo, alcanzar la vida eterna.
Te doy gracias Padre, porque Tú creaste al ser humano por amor, y aunque condenado justamente, con tu misericordia lo redimiste, por medio de Jesucristo nuestro salvador.
Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
1 Timoteo 2, 4
«El amor vence siempre.
¡El amor vence siempre, como Cristo ha vencido!
El amor vence siempre aunque, en ocasiones, ante sucesos y situaciones concretas, pueda parecernos impotente.
Cristo parecía impotente en la Cruz. ¡Dios siempre puede más!».
Discurso de san Juan Pablo II, 1987, Chile.
Puedes escuchar este canto y reflexionar en lo que has aprendido.
