tema 6
6. El Espíritu Santo

Objetivo
Experimentar la efusión transformadora del don del Espíritu Santo que nos regala una Vida Nueva y nos da poder para ser testigos de la resurrección de Jesucristo.
Orientaciones del Magisterio
La Iglesia, comunión viviente en la fe de los Apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo: CEC 688
en las Escrituras que Él ha inspirado;
en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales;
en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste;
en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo;
en la oración en la cual Él intercede por nosotros;
en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia;
en los signos de vida apostólica y misionera;
en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación.
"Dios es Amor" (1 Jn 4, 8. 16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rm 5, 5). CEC 733
El Espíritu Santo que Cristo, Cabeza, derrama sobre sus miembros, construye, anima y santifica a la Iglesia. CEC 747
Desarrollo del tema
Cuando ocupas ayuda: ¿qué haces?
Medita en los siguientes textos bíblicos (junto a la cita se agregó una pequeña exégesis del Magisterio de la Iglesia a manera de orientación).
1. Nacer de nuevo para entrar en el Reino de Dios
Juan 3, 3-5
Al hilo del diálogo de Jesús con Nicodemo, el evangelista presenta una enseñanza clara de quién es Jesús, cuál es la salvación que trae a los hombres, y cuál la condición para alcanzarla: la fe que se recibe en el Bautismo bajo la acción del Espíritu Santo. En un primer momento del diálogo (vv. 2-8), Jesús enseña la necesidad de nacer de nuevo por el agua y el Espíritu Santo. (La palabra griega anothen que traducimos por «de lo alto» [v. 3], significa también «de nuevo», tal como lo entiende Nicodemo [v. 4]). Con la imagen del nuevo nacimiento queda resaltada la nueva condición del hombre tras el Bautismo. El ser humano es trasformado en un ser según el Espíritu de Dios, adquiere la filiación divina y la libertad propia de un hijo de Dios.
2. Jesús nos salvó y envía su Espíritu
Juan 14, 15-17
Jesús anuncia que, tras su resurrección, enviará el Espíritu Santo a los Apóstoles, que les guiará haciéndoles recordar y comprender cuanto Él les había dicho. El Espíritu Santo es revelado así como otra Persona divina con relación a Jesús y al Padre. Con ello se anuncia ya el misterio de la Santísima Trinidad, que se revelará en plenitud con el cumplimiento de esta promesa. El auténtico amor ha de manifestarse con obras (v. 15). «Esto es en verdad el amor: obedecer y creer al que se ama» (S. Juan Crisóstomo, In Ioannem 74). Por eso Jesús quiere hacernos comprender que el amor a Dios, para serlo de veras, ha de reflejarse en una vida de entrega generosa y fiel al cumplimiento de la voluntad divina: el que recibe sus mandamientos y los guarda, ése es quien le ama (cfr v. 21). Paráclito (v. 15) significa «llamado junto a uno» con el fin de acompañar, consolar, proteger, defender… De ahí que el Paráclito se traduzca por «Consolador», «Abogado», etc. Jesús habla del Espíritu Santo como de «otro Paráclito» (v. 16), porque el mismo Jesús es nuestro Abogado y Mediador en el cielo junto al Padre (cfr 1 Jn 2,1), y el Espíritu Santo será dado a los discípulos en lugar suyo cuando Él suba al cielo como Abogado o Defensor que les asista en la tierra. El Paráclito es nuestro Consolador mientras caminamos en este mundo en medio de dificultades y bajo la tentación de la tristeza.
3. Bautismo y Conversión
Romanos 6, 4-11
Por el Bautismo la gracia de Cristo llega a cada uno y nos libra del dominio del pecado. En nosotros se reproduce entonces no sólo la pasión, muerte y sepultura de Cristo, representadas por la inmersión en el agua (vv. 3-4.6), sino también la nueva vida, la vida de la gracia, que se infunde en el alma como participación de la resurrección de Cristo (vv. 4-5).
«El Señor —recuerda San Ambrosio a los recién bautizados—, que quiere que sus beneficios permanezcan, que los planes insidiosos de la serpiente sean disueltos y que sea eliminado al mismo tiempo aquello que resultó dañado, dictó una sentencia contra los hombres: Tierra eres y a la tierra has de volver (Gn 3,19), e hizo al hombre sujeto de la muerte (…). Pero le fue dado el remedio: el hombre moriría y resucitaría (…). ¿Me preguntas cómo? (…). Fue instituido un rito por el que el hombre muriera estando vivo y resucitara también estando vivo» (De Sacramentis 2,6). Y San Juan Crisóstomo explica: «El Bautismo es para nosotros lo que la cruz y la sepultura fueron para Cristo; pero hay una diferencia: el Salvador murió en su carne, fue sepultado en su carne, mientras que nosotros debemos morir espiritualmente. Por eso el Apóstol no dice que nosotros somos “injertados en él con su muerte”; sino con la semejanza de su muerte» (In Romanos 10). Además, así como el injerto y la planta forman una unidad de vida, los cristianos, injertados, incorporados a Cristo por el Bautismo, formamos una unidad con Él y participamos ya ahora de su vida divina.
4. El viento y el fuego
Hechos 2, 1-4
El ruido, como de viento, y el fuego (vv. 2-3) evocan precisamente la manifestación de Dios en el monte Sinaí (cfr Ex 19,16.18; Sal 29) cuando Dios, al darles la Ley, constituyó a Israel como pueblo suyo. Ahora, con los mismos rasgos se manifiesta a su nuevo pueblo, la Iglesia: el viento significa la novedad trascendente de su acción en la historia de los hombres (cfr Catecismo de la Iglesia Católica, n. 691); el «fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo» (ibidem, n. 696).
5. Pedir para recibir
Lucas 11, 9-13
Después, con la imagen del padre (vv. 11-13), asegura la donación más grande para el cristiano, que es el Espíritu Santo: «Por la comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos restablece en el Paraíso, nos lleva al Reino de los Cielos y a la adopción filial, nos da la confianza de llamar a Dios Padre y de participar en la gracia de Cristo, de ser llamado hijo de la luz y de tener parte en la gloria eterna» (S. Basilio, De Spiritu Sancto 15,36; CEC 736).
Reflexiona en las siguientes preguntas:
¿Por qué Dios no obliga a nadie a convertirse?
¿Qué función realiza el Espíritu Santo en cada bautizado(a)?
Para finalizar
En un momento de oración se pide a Dios que visite tu corazón por medio de su Espíritu Santo.
Se realiza la siguiente oración mientras se escucha el canto en volumen bajo:
Señor Jesús, envía tu Santo Espíritu para resucitar contigo a una vida nueva.
Te pido:
Temor para nunca alejarme de tu amor y sentir horror de pecar.
Piedad para orar con mayor fervor y confianza en Ti que eres mi Dios.
Ciencia para discernir lo bueno y lo malo, para realizar mis trabajos con santidad.
Fortaleza para soportar en la adversidad y triunfar contra mis enemigos.
Consejo para escuchar tu voz y hacer tu voluntad.
Entendimiento para comprender tu plan maravilloso en mi vida.
Sabiduría para conocerte y amarte.
Amén.
